Rocha se puso el delantal para preparar huevos blandos, pero se quejó de que el color era “demasiado naranja”.

El presidente de Iniciativa Liberal (IL), Rui Rocha (C), a su llegada para una visita a la escuela Kriabebés, en Alto de Algés, en Oeiras, el 10 de abril de 2024. La iniciativa se lleva a cabo con el objetivo de presentar soluciones para el acceso a las guarderías. ANTONIO PEDRO SANTOS/LUSA
El líder del IL se puso hoy el delantal en Aveiro para preparar huevos moles, donde, entre quejas por las yemas demasiado anaranjadas y la masa cortada demasiado cerca, aseguró que tiene los ingredientes necesarios para el período poselectoral.
Dulce tradicional de Aveiro, los ovos moles aparecieron en el siglo XV como remedio contra la tuberculosis, debido al efecto que la yema de huevo con azúcar tenía sobre los pulmones, fortaleciéndolos.
Cerca de 500 años después, fue Rui Rocha y el líder del IL en Aveiro, Mário Amorim Lopes, quienes se pusieron los delantales para preparar el tradicional dulce conventual, pero con una nueva receta: la liberal.
En el primer paso de la receta –separar las yemas de las claras–, Rui Rocha no se atrevió a tocar los huevos, dejando la tarea a Mário Amorim Lopes, quien, mientras rompía los huevos, predicaba la necesidad de “romper los impuestos”, la fiscalidad autonómica, la burocracia (donde la yema se mezclaba con la clara) o Hacienda.
Al final, el resultado no fue del agrado de ninguno de los dos: “Está demasiado naranja, ¿no se puede añadir un condimento azul?”, preguntó Rui Rocha, a lo que uno de los tenderos respondió que no era necesario, porque las yemas ya tenían “suficientes proteínas”.
“No, no, necesita más, mucha más energía. Cuanta más energía, mejor”, dijo el líder de IL, quien, dirigiéndose a los periodistas, bromeó diciendo que es necesario “cambiar el tono excesivamente naranja que ha prevalecido últimamente”.
Luego, con una cuchara de madera, el líder del IL comenzó a mezclar las yemas de huevo para agregarlas a un almíbar de azúcar que debía estar hirviendo, pero rápidamente se encontró con un problema: la estufa de camping para calentar el almíbar era vieja y no funcionaba.
"No estoy tan seguro de que esto vaya a estallar", dijo un vacilante Rui Rocha quien, cuando se le preguntó si incluso con los esfuerzos de IL el agua no se calentaría, reconoció que estaba encontrando cierta resistencia, pero aseguró que su partido no se rendiría ante las condiciones adversas, incluso las electorales.
Tras las elecciones, «lo ideal sería que el IL tuviera mayoría absoluta. No la tendremos. Tenemos que regirnos por lo que decidan los portugueses y, con lo que nos den, hacer lo mejor que podamos», afirmó.
Al no conseguir calentar la preparación hecha por Rui Rocha y Mário Amorim Lopes, trajeron otra sartén con las yemas de huevo ya mezcladas con azúcar, listas para servir de relleno a las hostias en forma de cauris, barriles o conchas que el líder del IL dividió en dos filas: de un lado, estaban la salud, la vivienda, los impuestos y el sistema electoral y, del otro, cuatro dedicadas únicamente a la burocracia.
Todos pasaron al siguiente paso: cortar con tijeras, pero Rui Rocha quiso centrarse solo en las obleas de la burocracia, para asegurarse de que "la cortaba al ras" y que quedaba "muy apretada". Lo cortó tan justo que el comerciante le dijo que “un margen un poco más sería mejor”.
“No corto demasiado, corto lo necesario”, respondió riendo Rui Rocha, quien, habiendo completado el último paso, ya dominaba la receta de los huevos blandos y, sobre todo, era generoso.
“Todo es necesario: construir, amasar la masa, hacerla crecer, reunir los ingredientes adecuados, las personas adecuadas, las políticas adecuadas. Y esto también permite a los portugueses y a las empresas liberarse de la carga que los agobia y no genera valor”, dijo Rui Rocha, quien sin duda afirmó que la parte “más fácil” del proceso fue romper los huevos.
La expectativa entre los miembros de la delegación del IL por el resultado de la receta fue tal que, sin dejar que los huevos blandos entraran en el horno, corrieron hacia el plato donde Rui Rocha y Mário Amorim Lopes preparaban el plato, con algunos periodistas también arriesgando sus papilas gustativas.
Al final, triunfante, el líder del IL se dirigió a los periodistas con un plato vacío en la mano: “No queda ni uno”, bromeó.
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